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Una de las obras de arte que se encuentra en proceso de recuperación a través de una reconstrucción de realidad virtual, es el llamado «Bordadoras de Isla Negra» que fue realizado por 10 artesanas de Isla Negra, una localidad situada en el litoral central de Chile, perteneciente a la comuna El Quisco.

Recuperar la experiencia estética que las personas tuvieron con esta obra antes de su pérdida, tiene por objetivo ofrecer al espectador una mirada y contemplación distinta hacia la obra que permitirá reconocer la importancia de su valor estético y discursivo, donde las bordadoras nos enseñan una forma distinta de entender y pensar la construcción del paisaje chileno.

Actualmente la obra del bordado se encuentra perdida y solo he podido realizar una reconstrucción digital en blanco y negro, siendo hasta ahora la única imagen en alta definición que nos puede mostrar los detalles de sus formas y texturas, pese a ello, aún nos falta devolver los intensos colores de sus lanas que son necesarias para lograr enriquecer nuestra experiencia estética con la obra, que debido a sus grandes dimensiones, sólo se puede contemplar a través un recorrido.

 

 

El trabajo que lleva por nombre y firma “Bordadoras de Isla Negra” fue una de las obras de arte realizadas por encargo para integrar la colección de arte incorporado a la arquitectura del edificio UNCTAD III que fue construido para recibir a la convención de Naciones Unidas el año 1972, que luego sería habilitado como un centro de gestión y organización social llamado Centro Metropolitano Gabriela Mistral que funcionó hasta el año 1973 y que actualmente se encuentra funcionando como Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), que fue inaugurado el año 2010 después de una remodelación de su arquitectura.

La obra está hecho con lanas bordadas sobre género reciclados de sacos de harinas, midió 7 mts de largo por 2.10 mts de alto y se convirtió en la obra bordada más grande de Chile. Todo el trabajo textil es un mapa que representa el paisaje chileno a través de un recorrido panorámico desde la costa hasta la cordillera de los Andes, sus formas ilustran la flora y fauna más características de cada zona, alguno de sus detalles nos muestra con cierta picardía el trabajo y las actividades que realizan sus habitantes; entre ellos, se puede distinguir al Poeta Pablo Neruda cazando mariposas y a quien parece ser Violeta Parra tocando una canción, también hay personas realizando trabajos en una trilla tradicional, en la pesca nocturna, el buceo, cosechando vides, horneando pan, pastoreando, etc.

La técnica del bordado, enseñado por Doña Leonor Sobrino, consiste realizar un dibujo sobre un género que luego sería repasado con lanas negras para cerrar sus formas, después son completadas con colores puros y planos evitando los efectos de sombras. Su estilo artístico estaría relacionado con el postimpresionismo o el primitivismo de las vanguardias europeas del siglo XIX pero quizás, evitando la carga simbólica en sus composiciones.

Para las bordadoras, la representación del paisaje natural se encuentra fuera del formalismo académico y de sus técnica de representación del paisaje que buscan provocar la ilusión de una profundidad de campo a través de la perspectiva euclidiana. Ellas no utilizan la perspectiva, ubican la línea del horizonte en el borde superior y debajo colocan todas las figuras juntas, unas al lado de otras, dándoles distintos tamaños y dimensiones, así las plantas de cardo pueden ser más grandes que una casa y una ballena más chica que una frutilla.

En el borde inferior dejan unos 10 cm de género sin bordar para mostrar el material que utilizan como soporte de su trabajo, son géneros de costales de harina que los vuelven a utilizar después de usar la harina para elaborar su propio pan, aunque este género siempre fué óptimo para preparar superficies de pintura, las artistas no realizan un tratamiento pictórico, tampoco usan un bastidor para fijar la tela, la obra solo se encuentra colgada del extremo superior y causa que las figuras tengan una pequeña deformación debido al peso del material usado.

Aquí se puede observar algunas semejanzas de estilo con la obra de Laureano Guevara (img izquierda) pero las nociones de perspectiva ubican la línea imaginaria del horizonte en la mitad de la composición y provocan que dentro del encuadre algunas formas se encuentren delante de otras, algunas personas se encuentran en primer plano y el paisaje es un escenario que se encuentra al fondo. En las bordadoras (img derecha) no existe esta jerarquía, la escena no tiene profundidad y las formas se organizan sobre el mismo plano, los elementos del paisaje natural ocupan la misma importancia que los personajes.

 

 

Sin duda el tema de la obra es sobre la representación de la identidad del paisaje chileno y el trabajo de su gente, en particular, sobre la experiencia que las mismas bordadoras han tenido con el territorio. La acción dentro de la escena, se encuentran representadas en pequeños espacio donde los personajes muestran un tipo de trabajo que depende de la zona donde viven. Si nos fijamos bien, veremos que en estas representaciones no existe una dualidad entre los personajes y la naturaleza ya que tienen proporciones incongruentes entre ellas y ocupan un mismo espacio por debajo de la línea del horizonte, esto quiere decir que todos los elementos representados, y por extensión de la vida misma, se encuentran arraigadas dentro del mismo plano de la realidad. Entonces, la identidad del paisaje sería el reflejo del trabajo que realizan los personajes en su medio natural, que dependen de sus propios entornos, circunstancias y modos de habitar. ¿Cuál sería entonces el mensaje, o las ideas implícitas que transmite la obra de las bordadoras?

Si consideramos que el plano o la superficie de la representación de la obra es una metáfora y reflejo de la “realidad” y la proyectamos sobre nosotros mismos, podremos pensar que la identidad del paisaje es el reflejo de la acción de vida que cada uno de nosotros hace con el medio y en sus propias circunstancias. Así, bajo esta lectura, la identidad del paisaje representado adquiere una dimensión ética y nos dice que a través de nuestra propia acción productiva como trabajadores y obreros, somos responsables y protagonistas en la construcción de nuestro propio paisaje identitario, así como los personaje de la obra lo hacen dentro del bordado. Por estos motivos, la obra colectiva de las Bordadoras de Isla Negra es la única que ha logrado encarnar el espíritu de trabajo colaborativo y de responsabilidad ética y social que tuvieron los técnicos y obreros que lograron construir en un tiempo récord de 275 días, el edificio de la UNCTAD III.

Sin duda, esta lectura contradice ciertos prejuicios que tiene el medio artístico local, que valorada este bordado como una obra de arte menor o como un trabajo de artesanía que solo cumplía una función decorativa y carente de una propuesta discursiva o crítica que son propias de las obras de arte de mayor categoría. Debido a la ausencia del bordado y de los prejuicios que existen sobre ella, la institución cultural no ha tenido la fuerza suficiente para recuperarla y en su ausencia, nuestro paisaje de identidad se encuentra incompleto.

Con nuestra propuesta de reconstrucción virtual, entregamos a la comunidad la posibilidad de recuperar la experiencia con el patrimonio perdido y permitirá proponer distintas lecturas y sentidos, otorgando valor y un reconocimiento que puede beneficiar a toda una comunidad. Aquí es donde radica la importancia de recuperar la experiencia de recorrer los laberintos del edificio y encontrarse con sus distintas obras de arte, consiste precisamente en retornar las condiciones físicas y ambientales de las obras y del espacio arquitectónico ocuparon, esto nos permite realizar nuevas lecturas y de poner en valor el patrimonio que nos define como sociedad.

 

Desplazamiento del horizonte en el bordado.